Fromm en su obra LA CONDICION HUMANA ACTUAL hace una somera travesía a través de las ideas que han caracterizado las diferentes épocas en lo concerniente a lo relativo a la concepción de los sexos. Hubo quienes defendieron, y aún defienden, que la diferencia entre los sexos es una condición cultural, otros argumentaron que las diferencias biológicas y fisiológicas determinaban el carácter de hombres y mujeres distintamente, otros argüían diferencias en las capacidades políticas y sociales, otros defendían la determinación anatómica del destino humano, pasando a ser la mujer la de menor condición.
Esta última apreciación defendida por Freud, plenamente explicada y justificada a la luz de una mentalidad egoístamente machista, sostiene que la mujer es y se siente inferior al hombre por carecer, gracias a las diferencias anatómicas, de un órgano viril.
Dice Karen Horney a raíz de este tema “… yo como mujer, pregunto asombrada: ¿Y qué decir entonces de la maternidad, de la conciencia maravillosa de llevar una nueva vida dentro de sí misma, de la inefable felicidad que se experimenta ante la creciente expectativa por el nacimiento de ese nuevo ser, y de la alegría cuando finalmente aparece y es sostenido por primera vez entre nuestros brazos?
No queda claro a la luz de la verdad cómo se siente el hombre por carecer de un sistema integrado increíblemente dotado y armónico capaz de albergar una nueva vida. Debemos considerar aquella idea freudiana como una limitación; cada sexo tiene unas condiciones físicas que lo cualifican y eso basta.
A pesar de ello gracias a las condiciones masculinas de mayor fuerza física, visión del mundo y participación desde siempre en la cadena de producción, se le ha sobrevalorado y a la vez se ha menoscabado el valor de la mujer; se la ha tenido, gracias a sus condiciones femeninas de delicadeza, sensibilidad, capacidad de comprensión, espíritu de entrega como objeto a someter a la voluntad del hombre, a la satisfacción del goce sexual, como trofeo que mostrar; durante años han traficado con el cuerpo femenino, se han olvidado que más que un cuerpo es un ser íntegro que siente, sufre, se enamora, se desmorona.
Los medios de comunicación han sabido valerse de los atributos femeninos para llenar sus arcas explotando a mujeres, exhibiendo sus cuerpos llenando expectativas masculinas.
Los hombres orientados o desorientados por su falta de formación humana, inspirados por la moda de consumir cosas, drogas, licores y sexo, abatidos por la incapacidad de asumir las consecuencias de sus propios actos; victimas tal vez de hogares destruidos, ávidos de llenar sus propias carencias, presionan a las mujeres y las hacen partícipes y víctimas de juegos sexuales que no pocas veces culminan en embarazos inesperados.
En cuanto a la elección de una pareja permanente, cuando los seres humanos deciden contraer vínculos amorosos esperan encontrar en el otro un complemento que les permita ser felices.
Ambos miembros de la pareja muestran sus verdaderas cargas afectivas y sus innumerables conflictos de una forma natural y con cierto grado de permisividad. En la elección del otro se encuentra un complemento psicológico. El que se siente incapaz, inútil y desorientado necesita del dominante para que le dé rumbo a su vida; de igual forma el fuerte puede ejercer su función dominante gracias a la insuficiencia y debilidad expresada por el otro.
Para que las actitudes del maltratador sean visibles se necesita de un maltratado y la base psíquica para que éste exista es un sentimiento de maldad, una auto recriminación, una deuda que exige ser pagada. En términos de Freud “una conciencia de culpabilidad inconsciente… quiere ser tratado como un niño pequeño, inerme y falto de toda independencia, pero especialmente como un niño malo.”
De igual modo ese actuar justifica la actitud de quien maltrata, abre paso a la satisfacción de las necesidades de una estructura psíquica quizás más elaborada, quien encuentra la oportunidad de exteriorizar sus iras reprimidas argumentando que su actuar es para enfrentar el mal sufrido ante las actitudes irritantes del necesitado de maltrato.
De otro lado tenemos al maltratador con sus propias confusiones y limitaciones y con otra forma de afrontar las contradicciones de su ser. “Son …hombres que se encuentran frente a abismos ante los que no saben qué hacer, que no suelen estar completamente seguros de sí mismos… se esfuerzan todo lo posible sin sosiego alguno para demostrar siempre su superioridad, en lo grande como en lo pequeño”
En el proceso de convertirse en persona cada ser humano llámese maltratador o maltratado, se ve abocado a reconocerse como es, a afrontar las negaciones que provienen de sí mismo o de quienes lo rodean; está llamado a superar limitaciones y a aceptar condiciones. Cada cual tiene una visión de sí y de su entorno que le permite asumir cierto estilo peculiar de vida siendo frecuente encontrar una incoherencia entre lo real y lo ideal.
En esas contradicciones se desenvuelve nuestro sujeto en cuestión. Tiene un sentimiento de inferioridad que clama superación; un ideal inspirado tal vez en las figuras de sus héroes o en sugerencias familiares tempranas, que no coinciden con su realidad; una actitud negativa aprendida o desencadenada por su entorno; sumado todo a un desconocimiento de sí. A veces el humano, que se es, resulta un total desconocido.
“El que está descontento de sí mismo está constantemente dispuesto a vengarse de ello…” Maltratador y maltratado caben en esta categoría.
Se entremezclan en el maltratador sentimientos de inferioridad-superioridad, de ansia de dominio; la lucha entre lo que se es por naturaleza y lo que se debe ser para el mundo, confluyendo así en una desaprobación-negación de la autenticidad personal.
En el maltratado encontramos el secreto sentimiento de duda, la idea del infante que fue ignorado, que se sintió inútil e innecesario y que por un suceso no comprendido debe ser castigado.
En uno y otro hay falencias que por la dinámica psíquica encuentran modo de expresión en la relación de pareja, pero, a pesar de ello, la insatisfacción personal subsiste porque el hombre maltratador o maltratado, teme y elude el encuentro con su sí mismo. Le teme a su realidad y prefiere ocultarla tras máscaras protectoras de debilidad o maldad. Su huida lo lleva a su caída.
Se confabulan las carencias femeninas con las masculinas; cuando la angustia básica en las mujeres las hace tomar posturas sumisas que las inclina al sometimiento, interactúan con las carencias masculinas cuyo camino para superar la inseguridad toma como medio de escape la voluntad de dominio; el resultado dinámico es la explotación femenina, el aniquilamiento del rescate mutuo; sometida y dominador se sumen en mayor destrucción. Dice Arendt "… lo bueno y lo malo de las relaciones con los otros está determinado por las actitudes hacia el yo de uno mismo..." Una mujer inclinada al sometimiento encuentra como compañero perfecto al maltratador.
Sin embargo, algún día la resistencia surge porque se incrementa una sensación de falta de sentido con la que el ser humano es incapaz de sobrevivir. El maltrato a las mujeres se da cuando se ven involucradas en relaciones sexuales para ascender en la escala laboral o para conservar un empleo, cuando acceden a tratos sexuales a cambio de notas, cuando los compañeros las manipulan con historias de amor o con abiertas amenazas, cuando surgen embarazos que deben afrontar solas, cuando las inducen a abortar y las opciones son aborto o abandono; todo ello es evidencia de que la mujer es víctima del machismo.
"A las mujeres no les gusta abortar... para la mayoría es una experiencia muy perturbadora que preferirían no repetir" Pero presionadas por la ausencia de un padre para su hijo se someten al suplicio.