Los medios de comunicación están al servicio de la propaganda de cosas e ideas cuya propaganda patrocinan grandes empresarios de la perversión.
Quienes los manejan conocen de estrategias para crear necesidades superfluas, saben muy bien que el ser humano está ávido de llenar vacíos y hay quienes los llenan acumulando cosas innecesarias e inútiles, los jóvenes son compradores compulsivos de ideas de libertad e independencia. Los medios de comunicación invaden las conciencias inyectando ideas de promiscuidad sexual, promoviendo la cultura de la muerte antes que la del respeto a la vida.
Los jóvenes, para responder a las campañas publicitarias que le garantizan “autenticidad, placer, felicidad, autonomía y libertad” se vuelven compradores compulsivos, y sin ser conscientes, en vendedores de su destino.
Compran droga, pornografía, anticonceptivos, abortivos y servicios sanitarios al verse involucrados en abortos y enfermedades de transmisión sexual.
Si el anticonceptivo falla está a la oferta y a la mano el abortivo. Lo importante es que se consuman unos y otros para generarles ganancias.
Los medios de comunicación aprovechan la ausencia de familia y de relaciones auténticas para inculcar en los jóvenes la idea de que para ser libres deben agotarse en relaciones promiscuas, usando su cuerpo sin reservas, alegando la "propiedad privada del útero" para practicar abortos como si acumular tristezas fuera su máximo récord.
Utilizan a los jóvenes para desorientarlos e imbuirlos en un caos de vicio, dolor, consumo de drogas, de cuerpos y de vidas.
Los jóvenes, y en nuestro caso particular las mujeres, son víctimas de la publicidad, de la propaganda que abusa de la soledad, de la urgencia de sentirse identificadas con algo, del temor al encuentro personal, porque si “se encuentran” poca o ninguna necesidad tendrán de mercadear su cuerpo, de buscar relaciones pasajeras, de consumir ávidamente sustancias psicoactivas y mucho menos abortivas.