Una pionera del feminismo Simone de Beauvoir escribe en su libro EL SEGUNDO SEXO: “En virtud de la maternidad es como la mujer cumple íntegramente su destino fisiológico; esa es su vocación “natural”, puesto que todo su organismo está orientado hacia la perpetuación de la especie”
La autora es consciente de que cuando la mujer rechaza racionalmente la maternidad, su vocación a ser madre le reclama desde su interior. Posiblemente se ve abocada a hacerlo por la lejanía del compañero o por condiciones económicas limitadas. Más que el deseo de eliminar a su hijo la mueve el temor a enfrentar esta responsabilidad en solitario, lo confirma lo siguiente: “es difícil imaginarse abandono más pavoroso que aquel en el que la amenaza de la muerte se confunde con la del crimen y la venganza” A qué si no al aborto es a lo que se refiere la autora?
De Beauvoir escribió a propósito de la mujer tentada a abortar: “Esta intervención que ella reclama, a menudo la rechaza en el fondo de su corazón. Se encuentra dividida en el interior de sí misma. Puede que su deseo espontáneo sea el de conservar ese niño a quien impide nacer; incluso si no desea positivamente la maternidad, percibe con desazón lo ambiguo del acto que realiza. Porque si bien es cierto que el aborto no es un asesinato, tampoco podría asimilárselo a una simple práctica anticonceptiva; ha tenido lugar un acontecimiento que es un comienzo absoluto y cuyo desarrollo se detiene”
Las mal llamadas feministas promotoras del aborto no son conscientes de que al negar la feminidad no se adquiere la masculinidad rechazada y anhelada por ellas. Han sido, son y serán mujeres. Defensoras a ultranza de una crueldad para con ellas mismas y para con las mujeres de las que se autoproclaman defensoras. ¿Cómo explicar que a sabiendas de lo tortuoso se empeñen en abortar? Las pro abortistas persisten en victimizar con persistencia a las madres gestantes que afrontan un embarazo inesperado.
Una frase de una "feminista" al narrar el drama de su aborto merece una breve mención:
“… me alisto a vivir uno de los periodos más oscuros de mi vida. No; debo ser precisa. No uno de los periodos, sino el periodo más oscuro de mi vida.”
Es causa por lo menos de asombro, cuando no de espanto, que un ser humano que califica una experiencia como la más dolorosa de su vida la promueva y busque legitimarla en otras. ¿Es tal el grado de anonadamiento en el que quedan sumidas las abortistas que se enceguecen con el tema para que otras mujeres padezcan sus mismos síntomas?, ¿Es el producto de una división intrapsiquica?, ¿Alberga una encubierta tendencia a vengarse en los otros por el dolor asumido?
La mujer que se enfrenta a la invasora idea de abortar está ante la necesaria dualidad de acertar o fracasar. Es por su libertad de elegir que puede verse avocada a esa insufrible soledad que genera, según la expresión de una abortista reconocida, el abortar. Como ser humano tiene la amplia posibilidad de errar, y ese error la conduce a existir plenamente la soledad.
Soledad vivida y afrontada desde el mismo instante en el que está ideando abortar. Es innegable el vínculo que surge entre madre e hijo desde la concepción. Nos dice Julián Marías: “La gestación acontece en la mujer en cuanto corpórea, carnal; no en el cuerpo de la mujer. Es ella no su cuerpo, la que está embarazada, la que espera un hijo”, de igual manera, también es innegable e indiscutible el dolor que encarna todo quebranto de un apego. Aunque movida por la duda y el desconcierto quiera cerrar los ojos a la realidad, esa mujer es madre, eso nadie se lo puede negar; de esa realidad no se puede despojar.
Así pues, aunque la pro-aborto quisiera negarlo, la mujer que está esperando abortar está involucrada en un duelo porque, como madre, es capaz de conjeturar lo que será de ella sin su hijo, se anticipa al rompimiento futuro de lazos biológicos, mas no emocionales, con su hijo. Esa sensación de profunda soledad no cesa, se incrementa cuando el aborto se ha consumado. Antes está la duda con sus temores connaturales, después solo queda esa dolorosa experiencia de “profunda soledad”. La pro abortista eligió asumiendo que era “libre de hacerlo”, desconoció que la libertad no la exoneraba de las consecuencias emocionales.
En palabras de una víctima del aborto que cree haberlo superado, habiendo reconocido el aborto como “EL MOMENTO MÁS OSCURO DE MI VIDA”, y si, según la misma doliente, el cuerpo femenino no fue “diseñado para semejante tortura”, si por ningún motivo lo repetiría ya que “sabía que no volvería a abortar nunca más…” ¿POR QUE PROMOVER QUE OTRAS MUJERES PADEZCAN TAL TORTURA?
¿Vale la pena dejarse guiar hacia la tortura?